Parte uno

Enamoramiento, rojo

Quisiera recordar la primera vez que vi a mamá, seguro estaba pálida, cuando alguien está pálido es porque su tono de piel es frío y parejo, mi abuela dice “parece una hoja de papel”, las mamás, según yo, se ponen así, porque han dividido su vitalidad en dos.
Según la RAE la vitalidad es la cualidad de tener vida, sin embargo, esta definición no me satisface, no siento que todo lo vivo tenga vitalidad. Esta se caracteriza por el deseo de vivir. El cuerpo en cuestión determina que existen motivos para hacerlo a pesar de las adversidades. De ahí, que relaciono la vitalidad con el resistir.

Como un conjunto de personas que buscan que sus motivos perseveren y resistan desde el cuidado del otro; sus cuerpos, tienen el resultado de la sumatoria que produce la vitalidad:
vitalidad igual a la sangre que corre por nuestro aparato circulatorio, desde la bomba que es el corazón para pasar por nuestras arterias y venas; más, el sistema nervioso que como huésped de un cuerpo, no hace sufrir a su anfitrión; más, los pensamientos que socialmente se han adjudicado al cerebro, y en el cuerpo en cuestión piensan que la vida DEBE perseverar.
He descubierto la vitalidad en cuatro formas, que estoy segura no son las únicas, además las mencionadas son sólo humanas. Pero, como este escrito se refiere a mamá y a mi, quiero pensar las humanas y en este caso las más cercanas, así:

  1. En una persona que se despierta en la mañana sin ganas de morir o de seguir durmiendo todo el día, con la excepción de si es por pereza.
  2. En una persona que cuida otra vida: un bebé, una mascota, una planta, etc.
  3. En una persona que come por placer y no por necesidad.
  4. En una persona que se pregunta por las prácticas de cuidado del otro y las propias.

La vitalidad en los cuerpos oscila, pero no de manera vertiginosa, cada cuerpo tiene su propio rango de vitalidad, cuando cae, no se recupera; empieza oscilar en un rango diferente. A veces caigo con tanta fuerza, que lo emocional se hace físico y entonces, al intentar pasar una calle me encuentro en el suelo, con las rodillas raspadas y esa vertical que mi cuerpo recorrió en dirección a la tierra, también la transitaron mis ideas y con ellas cayó al suelo mi necesidad de resistir.
En la infancia se encuentra la sustancia de la vitalidad. La mamá, porque socialmente así se ha dicho, tiene que entregar la dosis correcta de vitalidad y mantenerla estable durante unos años. Tomarle unas buenas fotos a los momentos con más vitalidad, para esto, es imprescindible que la madre salga sonriendo, porque las mamás que no están felices son inútiles e infructuosas, por ejemplo, mi mamá salía con una mirada triste en algunas fotos y a mis once años me atreví a preguntarle si no era feliz conmigo.